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Las emociones y las decisiones financieras mantienen una estrecha relación entre sí. Estar triste, decepcionado, contento o eufórico repercute en la forma en la que actuamos en cada ámbito de nuestra vida, incluso en el ahorro. ¿Quién no se ha ido de compras para tratar de sacar a flote un mal día o ha gastado de más en un restaurante o una noche de fiesta porque estaba de subidón?

Estas emociones son respuestas inmediatas ante estímulos externos que nos mueven a actuar (para bien o para mal). Pero eso no significa que no se puedan controlar. Antes de pasar a la acción, debemos detenernos a pensar: ¿Lo necesito? ¿Me lo puedo permitir? ¿Es el momento de correr con este gasto?

De esta manera, entrará en acción el autocontrol. Eso sí, esta capacidad será mucho más sencilla si, como ya hemos comentado en ocasiones anteriores, contamos con un presupuesto en el que previamente hayamos planificado los gastos y los ingresos. Ya sabes que tienes que incluir los gastos “hormiga” e incluso algún capricho de vez en cuando.

Con esta premisa será más fácil mantener la calma y cuidar tu salud financiera. No queremos echar por la borda todo el trabajo de ahorro por un arrebato. Respira, medita y controla.

Emociones y decisiones financieras

Educación financiera, indispensable

Nuestras reacciones no solo dependerán de nuestra personalidad y nuestro carácter, además habrá una gran influencia de lo que hemos aprendido en casa y de la formación financiera que hemos recibido.

Los conocimientos nos ayudarán a evitar grandes locuras en las que pongamos en riesgo nuestro futuro económico.

Todo esto aplica más allá de una tarde de tiendas o la adquisición de un deportivo que no voy a poder ni mantener. Nuestro estado de ánimo también puede repercutir en nuestras inversiones. Para aprender a controlar los impulsos derivados de estas emociones, antes tendremos que saber identificarlas.

Principales emociones que repercuten en la salud financiera

A la hora de tomar decisiones financieras, incluidas las inversiones, el comportamiento está especialmente condicionado por las siguientes emociones:

  • MIEDO. El no saber qué va a pasar, la desconfianza hacia lo desconocido. La pérdida de control sobre el mercado y su volatilidad.
  • PÁNICO. Un paso más allá del miedo. Suele estar muy ligado a la imaginación y puede desencadenar incluso ataques de ansiedad.
  • EUFORIA. El buen comportamiento del mercado también nos puede jugar malas pasadas. Un exceso de confianza en este mundo puede ser letal.

Cuanto mayor es el desconocimiento y la falta de formación, más nos afectarán todas estas emociones. Para contrarrestarlas, además de entenderlas, deberemos tener conocimientos y experiencias que nos ayuden a enfrentarlas.

Los sesgos también influyen

Como ya hemos mencionado, nuestro comportamiento está determinado por la emoción y el propio pensamiento. Pero esto puede resultar algo más complejo, ya que los patrones de pensamiento se construyen sobre la base de un conjunto de creencias, conocimientos y experiencias: los llamados sesgos de comportamiento o cognitivos.

No nos vamos a detener a conocer todas estas creencias inconscientes que influyen en cualquier decisión que tomamos, pero sí nos gustaría mencionar los más comunes dentro del mundo de las finanzas: la aversión a las pérdidas y el comportamiento gregario.

El primero de ellos provoca que valoremos más evitar pérdidas que generar ganancias. Esto hace que prefiramos sortear incluso pequeños riesgos que podrían merecer la pena.

El comportamiento gregario consiste en dejarnos llevar por las decisiones de otras personas porque no queremos perdernos las ganancias que puedan tener nuestros conocidos. Pero no nos detenemos a evaluar si ese riesgo es afín o no a nuestro perfil de inversor.

Consejos para salir airoso

¡Ahora ya lo sabemos! Nuestro ánimo puede afectar más de lo que pensábamos a nuestra salud financiera. Es decir, nosotros mismos podemos convertirnos en el mayor enemigo de nuestros ahorros. Para conseguir que nuestras elecciones tengan una base racional, hay que estar preparado.

  • Tener un plan. Antes de empezar debes tener diseñado un plan claro tanto para entrar en las inversiones como para salir de las mismas.
  • Seguirlo al pie de la letra. Si te has molestado en hacer este trabajo, es para ejecutarlo. Así evitarás que las emociones te desvíen del camino.
  • Reconocer los errores y aprender de ellos. En el mundo de la inversión hasta los más entendidos cometen errores, no reconocerlos a tiempo te hará perder mucho dinero.
  • Dejar el autoengaño para otros menesteres. Quién no ha escuchado eso de “esta empresa es muy buena”, “esto no puede bajar más”, “voy a esperar un poco a que suba”… ¡Espabila y coge el toro por los cuernos!
  • Confía en un profesional. No todos somos médicos, no todos somos abogados, ni todos somos profesionales del sector financiero. Por tanto, no nos creamos con más capacidades de las que tenemos. No pasa nada por pedir consejo y confiar en un experto.

Los fondos de inversión tienen sus propias herramientas

En Tomamos impulso ponemos a tu disposición a nuestros profesionales. No es que sean de hierro, pero tienen el conocimiento necesario para no dejarse arrastrar por sus emociones, y los instrumentos precisos para guiarte en tus inversiones.

¿Sabías que algunos fondos de inversión basan sus decisiones (o parte de ellas) en modelos matemáticos que eliminan el componente emocional?

Si quieres que te ayudemos a diversifica tu patrimonio según tus objetivos a través de diferentes fondos de inversión, contacta con nuestros expertos. ¡Estarán encantados de ayudarte!

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