• Sandra Solaguren-Beascoa | #impúlsate
  • 4 min de lectura

Hay mucha teoría detrás del barefoot, de la idea de correr descalzo. Te lo explicamos un poco más para que estés al día

Todo el mundo sabe que las modas vienen y van, son pequeñas olas que fluctúan con el paso del tiempo y, si estás un poco al día de los últimos movimientos en el mundo del running, seguro que habrás escuchado el término barefoot, del inglés descalzo; es decir, correr sin utilizar zapatillas convencionales (descalzo) o bien, con calzado “minimalista”, que deje al pie libre y sin ataduras, permitiendo su movimiento natural tal y como lo hacían nuestros antepasados.

Andar y correr parece fácil..., pero igual lo complicamos

Los seres humanos son una de las pocas especies que ha “especializado” su modo de caminar, siendo capaz de dominar la locomoción bípeda. En este proceso, los pies han tenido un papel protagonista, permitiendo, gracias a su complejo sistema de huesos (soporte estructural), músculos (distribución del peso corporal) y mecanorreceptores o receptores sensoriales (sensibilidad dinámica), controlar el equilibrio y la ejecucción de los movimientos corporales (marcha) en perfecta armonía. Si bien, estudios antropológicos evidencian que, hace aproximadamente 4.000 décadas, el hombre decidió comenzar a envolver sus pies con calzado, evolucionando desde los diseños más simples, con sandalias de punta abierta, hasta los más modernos, con zapatillas de elaborados diseños y suelas gruesas, con el objetivo de mejorar la amortiguación frente al impacto de la marcha o la carrera. Este progresivo cambio ha dado mucho que hablar, mostrando controversia entre los que argumentan que, el uso de este último tipo de calzado “sobre-especializado”, genera “interferencias” en la capacidad funcional del pie, reduciendo su rango de movimiento, comprometiendo a la estabilidad del tobillo, así como afectando a largo plazo a la cinemática de la marcha (movimiento durante las diferentes fases de la deambulación) (Franklin et al., 2015).

El moviment amb els peus nus o barefoot

Entonces, ¿lo de correr descalzo va bien?

Estas habladurías poco a poco se han ido transformando en tendencia y el movimiento barefoot running o minimalist running (correr descalzo o con calzado minimalista) ha alcanzado un gran número de seguidores y predicadores de los beneficios de correr descalzo, llegando incluso a denunciar la falsa necesidad de correr con zapatillas o elementos externos que aportasen amortiguación.

Pero… ¿existe evidencia suficiente como para poder respaldar este atacante argumento? ¿Hay estudios que comparen los beneficios de correr descalzo vs correr con calzado convencional? ¿Debemos utilizar las mismas recomendaciones para todos los runners? Esto es lo que nos deberíamos preguntar antes de hacer afirmaciones como si fuesen verdades absolutas.

Ventajas, aunque no definitivas

Lieberman et al. (2010) es una de las principales figuras que defiende los beneficios de la carrera barefoot señalando que permite:

  • aumentar la resistencia y musculatura del arco plantar
  • minimizar los picos de fuerza de impacto de las articulaciones (rodillas)
  • mejorar la capacidad de propiocepción y reducir los factores de riesgo de lesión en corredores.

Asimismo, caminar descalzo se ha asociado con una menor incidencia de procesos degenerativos articulares y mejora de la movilidad en personas mayores (Sanz-Peiró, 2018). Sin embargo, este mismo autor también señala que, a pesar de estos reseñables beneficios, el uso de calzado de suela gruesa durante la carrera ha mostrado mejorar la absorción de impactos y el de menor grosor (minimalista), se ha asociado a la mejora de la economía articular (menor tasa de carga) así como la energy cost (economía de carrera). En cualquier caso, al igual que la carrera descalza, no existe evidencia sólida de que las zapatillas de running sirvan para prevenir lesiones durante la práctica deportiva (Sun et al., 2020).

En definitiva, a pesar de se ha estudiado cómo el barefoot running permite modificar diferentes parámetros biomecánicos frente a la carrera calzada, tales como: menor carga en la articulación de la rodilla, mayor estrés mecánico del tobillo y actividad muscular del gastrocnemio (gemelo), mayor cadencia de carrera, y modificación del tipo de pisada (tendencia a antepié), no existe una clara mejora (a nivel clínico) de sus beneficios sobre la carrera con calzado diseñado para corredores (Esteban-Yáñez et al., 2021).

De lo que sí tenemos certeza es de que cada runner es diferente y su cuerpo (músculos y articulaciones) lleva funcionando (corriendo) según los estímulos (zapatillas con suela gruesa o fina, calzado minimalista, ausencia de calzado...) que hayan recibido. Por ello, lo que debemos tener presente es que, si decidimos hacer un cambio que afecte directamente a nuestra biomecánica de carrera (como es el uso o no uso de zapatillas), es que éste debe ser paulatino y debe contar con un adecuado seguimiento y análisis gradual para observar cómo se adapta el cuerpo ante la nueva realidad (cambio) que se le plantea. Si cuentas con un seguro de salud de Tomamos impulso, dispondrás de muchos médicos a tus disposición para asesorarte sobre cualquier tema de salud y elegir lo que más te convenga a ti y a tu cuerpo.

Más sobre mí
Sandra Solaguren-Beascoa. Graduada en CAFyD (Grado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte). Especialista en salud, entrenamiento y mujer. Doctoranda en Biomedicina en la Universidad de Granada. Entrenadora e investigadora en MAMIfit.

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